De Cronica de Santa Maria Chimalapa
13 de mayo. - A las 7.20 de la manana salimos el profesor ayudante y yo con el senor Fajardo y algunos hombres de su familia rumbo al Rio Verde. Vamos a pie y pasamos caminando el Rio del Corte con el agua al pecho. Al otro lado del rio subimos por unas colinas entre la selva virgen; es una selva hermosisima, la verdadera selva no tocada por el hombre durante por lo menos doscientos anos. Caminamos bajo un cielo verde espeso y abajo se ve claro, sin matorrales. Vamos haciendo una picadura, es decir, senalando los arboles con el machete y doblando palmitas, para no perdernos al regreso, porque vamos a regresar solos el profesor y yo, y en esta selva no hay camino ni vereda. Los que van con nosotros no necesitan senal alguna.
Llegamos al Rio Verde a las diez y media de la manana; hicimos tres horas de camino. Alli tienen milpas nuestros acompanantes. Las matas de maiz estan altisimas, de tres metros o mas. Cruzamos el rio y descansamos junto a las galeras, que son unas chozas pequenisimas de palma y zacate, casi al ras del suelo, donde duermen los dias que permanecen trabajando aqui. Rapido pescan unas mojarras con tarraya en este rio donde los peces mansitos no tienen miedo de la gente y solo se hacen a un lado para que uno pase. Son como una generacion de peces que no guardan memoria del ser humano.
En unas latas pequenas ponen a cocer el pescado con hojas de hierba santa que cortan aqui mismo, y asan unos elotes que comemos en vez de tortillas. A la una de la tarde emprendemos el regreso. Ellos se quedan. Subimos el filo de colinas entre la selva, y a las dos de la tarde divisamos el pueblo como algo irreal en este mundo verde. Bajamos al Rio del Corte, donde nos banamos. Volvemos a subir, a bajar y a subir el camino, en partes pedregoso, y a las 4.10 de la tarde llegamos a la escuela de Chima. Chima, por carino le llamamos a Santa Maria Chimalapa.
Llegamos al Rio Verde a las diez y media de la manana; hicimos tres horas de camino. Alli tienen milpas nuestros acompanantes. Las matas de maiz estan altisimas, de tres metros o mas. Cruzamos el rio y descansamos junto a las galeras, que son unas chozas pequenisimas de palma y zacate, casi al ras del suelo, donde duermen los dias que permanecen trabajando aqui. Rapido pescan unas mojarras con tarraya en este rio donde los peces mansitos no tienen miedo de la gente y solo se hacen a un lado para que uno pase. Son como una generacion de peces que no guardan memoria del ser humano.
En unas latas pequenas ponen a cocer el pescado con hojas de hierba santa que cortan aqui mismo, y asan unos elotes que comemos en vez de tortillas. A la una de la tarde emprendemos el regreso. Ellos se quedan. Subimos el filo de colinas entre la selva, y a las dos de la tarde divisamos el pueblo como algo irreal en este mundo verde. Bajamos al Rio del Corte, donde nos banamos. Volvemos a subir, a bajar y a subir el camino, en partes pedregoso, y a las 4.10 de la tarde llegamos a la escuela de Chima. Chima, por carino le llamamos a Santa Maria Chimalapa.