Monday, February 28, 2005

Segundo Llorente y la nieve.

Estoy rodeado por la nieve que en silencio cayo en tandas de copos que volaban como sin querer tocar su destino. Ahorita no la estoy viendo, pero se que alli esta por todos lados. Y mientras me acuerdo de cuando tenia trece anos, en Xalapa, y estaba leyendo un librito llamado "Tres meses bajo la nieve", que alguien edito hara cien anos en Coatepec, Veracruz. Poco despues iba yo a descubrir Alaska en los libros del jesuita espanol Segundo Llorente, que misionero entre los esquimales no podia vivir sin escribir y escribir para el mundo ancho y ajeno. Hay frases de cajon que a veces se oyen bonitas aunque no pasen por un taller de literatura. Pues este Padre Llorente nos tenia absortos ante las planicies de hielo y nieve por donde lo arrastraban sus perros, mis pobres hermanos, que no sabian para que habian nacido, lo mismo que yo y que el Padre Llorente.

Y que titulos de aquellos libros, creo que el primero fue "En el Pais de los Eternos Hielos", y le seguia "En las Lomas del Polo Norte". Donde habran quedado esos libros cuya anoranza me ronda como esta nieve que crece en calles y jardines? Hay dias en que se congela en bloques solidos que brillan y deslumbran bajo el sol de mediodia, para luego volver a hacerse suave con la que recien ha caido. Y hay noches en que hace resplandecer las nubes que llenan de blancura luminosa el cielo de Chicago.


Asi me fui adentrando en una Alaska nunca hollada por mis plantas, y se me hicieron nombres queridos Anchorage, Kotzebue y Akulurak, y el Yukon y el Kusko eran mis rios preferidos. Como si hubiera dormido tantas veces envuelto en pieles de osos en las aldeas perdidas y encontradas despues de las jornadas en trineo, o como si al sol de medianoche estuviera agotado de tanto pescar salmones con el calor y los mosquitos de aquella Alaska interminable.

Afuera la nieve seguira cayendo en silencio total. Me parece que una vez caia tan tupida que logre escuchar su leve susurro. Pero puede que no sea cierto, que haya sido solo como el zumbido musical de un planeta sin nombre, que a una distancia desconocida se arrastraba por el espacio en una serie televisiva de Carl Sagan.
Segundo Llorente se ha quedado en el espacio infinito, pero tengo que volver a encontrarme con el en sus palabras escritas que reflejan el plano visible y el invisible por donde transitaba. Quiero hacer que reviva y sonriente a carcajadas amarre otra vez sus perros al trineo para lanzarnos a los caminos de hielo que se pierden alla en el horizonte.